Regreso a Sarajevo

Los Balcanes eran uno de los platos fuertes del viaje. Para empezar, es el primer sitio donde tendríamos nuestros pasaportes sellados. Y aparte de eso, estaba Sarajevo, una ciudad especialmente importante a un nivel profesional para mí. Y ciertamente, hasta Sarajevo, los Balcanes cumplieron con las expectativas.

El viaje entre Budapest y Zagreb, aunque largo, fue bastante sencillo y directo. Nada más llegar a Zagreb tocaba la rutina de encontrar hotel. Como de costumbre, tocó esperar y cuando por fin llegaron a abrirnos la puerta, sorpresa: era un hotel de japoneses. Llevado por japoneses, con huéspedes japoneses; una especie de pequeño Tokio en el centro de la capital croata. Cuanto menos, pintoresco.

Sin embargo, la ciudad en sí no tenía mucho de especial. Carente de las playas de Dubrovnik, el turismo de guerra de la Krajina o siquiera algún punto histórico relevante, era más bien aburrida. Y para colmo, lo poco que había que ver, estaba en remodelación y cubierto por lonas. En el lado bueno, multitud de mujeres guapas y cafeterías que recordaban el estilo de España. A fin de cuentas, estábamos en el Mediterráneo. Incluso disfrutamos por unos momentos viendo a Nueva Zelanda ganarle a Italia en el mundial de futbol y encontramos un sitio realmente chulo: el café Alcatraz. Ay si lo hubiéramos descubierto antes…

Pero el pez grande había sido desde el comienzo Sarajevo y le tocaba cumplir. Tras coger el tren nocturno, llegamos a primera hora de la mañana a una ciudad especial para mí. Tras Palestina, Sarajevo fue el segundo destino donde trabajé como periodista, allá por 2006. Entonces era estudiante y viajaba con un presupuesto mucho menor, pero esta vez quería hacerlo bien. Así que cumpliendo uno de mis sueños personales, me hospedé en el Holiday Inn de Sarajevo, con vistas en primera línea del frente.

No sólo yo viajaba con algo más de dinero. La ciudad en sí también parecía algo más saludable. Por ejemplo, el antiguo edificio del gobierno, que cuando yo lo vi en 2006 estaba en ruinas, resplandecía como nuevo con una moderna fachada acristalada y una cara mucho más limpia. También la Bascaricja, el barrio viejo, parecía mucho más rejuvenecida y cuidada y había mucha más vida en la calle.

Lamentablemente también había cosas que seguían igual. Muchos edificios siguen en ruinas o en un estado lamentable y semi-abandonados, el transporte público era ineficaz y claramente insuficiente y puntos turísticos como el túnel bajo el aeropuerto, que deberían de ser mejor tratados, apenas abrían durante 4 horas al día y visitarlos era difícil como poco.

Eso no es óbice para que la ciudad me dejara de nuevo ese agradable sabor de boca de la primera vez. Como bien dijo David, recorrer sitios como la Bascarijca por primera vez es impresionante, pero reconocer sitios –restaurantes, tiendas- donde ya has estado antes, es incluso mejor. La atmósfera es envidiable. La falta de turismo masivo, aunque dificulta que la industria se desarrolle, también te permite disfrutar sin barreras del Sarajevo real. Y nada se puede acercar siquiera a los cevapcici del mercado viejo de Sarajevo.

Y ahora, Belgrado y Sofía… Pero eso es otra historia.

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