Nos dejan a medias

Tras la decepción de París llegaban dos de los platos fuertes del viaje: Ámsterdam y Berlín. Previamente, acordamos una parada técnica en Bruselas, donde me reuniría con David, mi amigo de Dublín que se encuentra trabajando allí para la Comisión Europea. Cabrón. Ya quisiera yo.

El encuentro en sí fue gratificante. Volver a ver a viejos amigos (aunque sólo hiciera dos semanas que no nos viéramos, otras veces ha pasado más tiempo) siempre reconforta. Un par de fotos con el Atomium para recuperar oxígeno, una vuelta por Bruselas –grata sorpresa-, una compra de chocolate belga y un dedal para mi madre (los colecciona) y al tren.

Ámsterdam es una ciudad de esas que te enganchan desde el principio. Y eso que no la cogimos con buen pie. Ya desde antes de llegar prometía mucho. Varios de mis amigos vivieron allí -Franzi, Isa; entre otros- y no me habían comentado más que bondades. Las expectativas estaban altas. Muy altas.

Sin embargo en Ámsterdam cometimos la primera gran cagada del viaje. El hostal de Cherburgo fue una cagada mínima comparada con la de Ámsterdam. David, al parecer no vio por ninguna parte que el hostal era en realidad un camping de caravanas. Nada malo de no ser por su ubicación: en Hollendretch, a varios kilómetros FUERA de Ámsterdam. Hollendretch, junto con Alençon (el pueblo que no hacíamos más que encontrar en los carteles camino a Le Mans cuando nos perdimos en Francia) han quedado como los símbolos de la desventura de este viaje.

Debido a eso no pudimos disfrutar todo lo bien que hubiéramos querido de la ciudad. Tener que depender de buses y trenes a casa (sic) es un auténtico coñazo. Y pese a todo, la ciudad en sí nos encantó.

Ahora bien, lo cierto es que para la próxima vez que vaya tengo que ir sin novia. Tras que voy a estar dos meses (o algo más) sin ella, todas esas mujeres amsterdamitas de los escaparates se convirtieron en un suplicio improvisado. O vuelvo soltero –nada más me deje después de leer esto- o para mi despedida de soltero.

Con las ganas de volver a Ámsterdam y la sensación de no haber exprimido la ciudad todo lo que deberíamos volvimos a subirnos al tren. Tocaba Berlín. La capital germana ha sido siempre un buen anfitrión para mí. Sólo que nunca me acuerdo de las primeras noches (las que se sale) así que no sé muy bien moverme para salir.

Las postales salieron al ritmo habitual. Recorriendo a pie toda la ciudad, no nos dejamos nada de lo importante. Incluidas las fotos de rigor en el museo del Holocausto. Pero a la hora de salir no pudo ser peor. Ni encontramos sitios buenos –rectifico; los encontramos pero no con música electrónica de la que le gusta a David- ni conseguimos divertirnos ninguna de las dos noches. Al menos el hostal era cojonudo.

Y así con ganas de fiesta nos encaminamos a Praga.

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1 Response to "Nos dejan a medias"

  1. Efren Says:
    2 de julio de 2010, 2:14

    Pues haber pillado un hostel/hotel de última hora en Amsterdam, que para eso llevas ahorrando dos años amarrao!